Adios al tic tac del reloj.
Vomito el veneno que me insuflas
en acompasado escarnio
y pierdo el sentido
con el fuego provocado.
Tus golpes certeros a mi existencia
te restan vida y no te enteras.
Y no lo entiendo
ya que soy latido en tu cuerpo.
Me matas,
me maltratas,
y me abofeteas en la cara
con el plástico en el que envuelves
la vida que llena tu mesa.
No, no lo entiendo,
muerdes la mano que te da de comer
y me pisas tan fuerte,
que me dejas sin aliento.